1- Ser madre me enseñó a ser agradecida.

Hoy se que mi estima propia se la debo en parte a mis padres. La primera oportunidad que todos tenemos de perder la confianza en nosotros mismos es debido a las experiencias de la niñez.

En esta época de nuestras vidas, es necesario sentirnos seguros, para luego poder tener confianza en nosotros mismos al afrontar la vida. Esto es, los niños, con la ayuda de sus padres,  tienen la oportunidad de conocer y creer en sus habilidades, aprender a tomar el control sobre sus vidas y crecer creyendo que son capaces de hacer lo que planean y esperan.

Yo se que esta no fue la realidad de muchas personas y que muchos de los problemas de inseguridad y por lo tanto de estancamiento personal surgieron allí .. pero no tienen que quedarse allí…. Dios nos ofrece seguridad hoy … y esto nos puede dirigir a una vida plena y saludable, y nos dirigirá a ser buenos padres y madres para los hijos que Dios nos regale.

Si tuviste una infancia sin traumas, dale gracias a Dios y a tus padres. Agradéceles su amor y su cuidado. Honrarlos como nos pide Dios.

2- Ser madre me enseñó que soy hija amada

Hoy mi hija Julia duerme con un letrero, en su cabecera que dice lo que ella es en Dios.

Si lo tradujera, diría algo así:

“Yo soy una hija (la niña) de Dios. Yo fui creada con manos magistrales. Soy amada profundamente, y a sus ojos, yo soy preciosa. Antes que Dios me diera la vida, El ya me conocía…soy su creación única, no hay nadie en el mundo como yo.”

ESTAS palabras son para ti también,  estas son las afirmaciones que nos debemos hacer, recordar, repetir, porque son la realidad de nuestras vidas.

Aunque los problemas o las circunstancias de nuestra niñez o en la edad adulta, hayan querido robarnos nuestra verdadera identidad, hoy podemos estar seguros en el amor de Dios.

3- Ser madre me enseñó que soy hija de Dios por medio de la adopción.

Debido a que mis hijos comenzaron su niñez en un orfanato,  yo se lo importante que es para ellos encontrar su identidad en Dios. No es en mi como madre adoptiva, pero en Dios, con mi ayuda.

También sé que soy hija de Dios aunque a veces no me comporte a la altura de mi posición. Muchas veces estamos en un lugar y cuando las personas ven a mis hijos notan que son físicamente diferentes a mí.

Mi hija es euroasiática y por lo tanto sus facciones son muy diferentes a las mías.  Así sucede con nosotros. Cuando el carácter de Dios no se manifiesta plenamente en nosotros, recordamos que somos hechos hijos de Dios por medio del milagro de la adopción.

Somos plenamente amados y aceptados. Nuestra posición en EL no cambia.

4- Ser madre me enseñó la importancia del cariño

Yo soy testigo visual de cómo el cariño y el afecto que recibieron mis hijos al llegar a nuestra casa, hizo que florecieran aún después de vivir sus primeros años en un orfanato en Rusia.

Escribí algo muy tierno al respecto aquí en mi página lo puedes leer haciendo clic aquí.

5- Ser madre me enseñó  que instruir a mis hijos es el trabajo más importante que jamás tendré, y es un privilegio.

Es por esto que hoy me tomo más tiempo con ellos para que sepan que están seguros, que pertenecen a una familia, ¡que son amados! Porque Dios usa nuestras manos y nuestras vidas para asegurarle a nuestros hijos que son importantes para EL.

Yo los instruyó en las Sagradas Escrituras, de tal manera que ellos sepan quienes son para Dios,

¡Yo más que nadie, puedo decir que ellos necesitan saber y experimentar el amor de Dios.

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